La Camerata que les reunía terminó tarde y con bostezos.
Aplausos con la fuerza suficiente para conseguir el ardor en las palmas.
– La oportunidad la pintan calva - sonrió discreto y ciñó las mejillas de su esposa.
La noche anterior, un paseo por los parques citadinos, le había otorgado la calma a sus ansias.
La vida, que cuantiosa de experiencias por delante, forjaba dualidades.
Y así como el brillo de la que alguna vez fue generosa cabellera, intentó revivir chispas con encanto opaco.
La mecha terminó por extinguirse, las pantallas brotaron.
viernes, 23 de julio de 2010
jueves, 15 de julio de 2010
Nibelungos
Deseos de poder embarcarse en los sueños.
Fuera de órbita, al gozo de la imaginación.
Las presiones que agobian perdidas en la estratósfera.
Hasta que chocan. Encuentran tu paz.
Y la conciencia empuja.
A un paso de lo realmente abominable.
Fuera de órbita, al gozo de la imaginación.
Las presiones que agobian perdidas en la estratósfera.
Hasta que chocan. Encuentran tu paz.
Y la conciencia empuja.
A un paso de lo realmente abominable.
lunes, 12 de julio de 2010
Esplendor trascendental, y no tanto.
El primer número del Cucalón de Themo Lobos que tuve en mis manos incluía una historia de Mampato en el lejano Oeste. En sus páginas centrales, la clásica lección de dibujo que añadía el autor, con referencias a artistas que le habían inspirado en la construcción gráfica de sus personajes.
Harvey Pekar no figuraba en ella, pero si lo hacía uno de sus pocos amigos: Robert Crumb, y su creación Fritz the Cat, un gato puta-madre, borracho y mujeriego.
De pequeño llamó poco mi atención, una tira para adultos vieja y mal dibujada, totalmente contraria al estilo armónico y dulzón del mismo Themo. Sin embargo, los años me interiorizaron en la afición al noveno arte y su arista underground. Seducido por el Maus de Art Spiegelman volví a la corriente del trazo sucio y decidor. Entonces, me reencontré con Crumb, pero no con una obra en particular de él, sino el mismo Crumb inserto en un cómic que trataba sobre tipos comunes y corrientes, a veces aburridos de la vida y a ratos experimentando felicidades pasajeras. El autor, Harvey Pekar, el nombre del cómic: American Splendor.
Así como suena. De esplendores. Y no tanto. Pekar, un tipo pesimista en un intento por liberar su desidia y reconocida depresión comienza a hacer el ejercicio, a ratos terapéutico y a otros insolente, de narrar su vida dentro de la vida.
¿Cuál vendría a ser el interés del producto? Demás está decir que la independencia del mismo, de alejarse de las capas y leotardos para relatar frustraciones comunes. En American Splendor nadie vuela y son pocos los que sonríen, la mayoría de las veces sólo lo consigue Pekar tras insolentarse contra alguien o difamar la propuesta de alguna entidad feliz. El viaje del héroe se reduce a la vida diaria del autor y de forma muy poco griega, con mucha más realidad a la hora de identificarse.
Con tal movimiento, resultan anécdotas y extractos que se alejan de la miseria del propio autor, al convertirse en una ventana a su intimidad. Pasamos a conocer sus romances, opiniones (las tiene frente a todo lo que se mueva y lo que no también), su familia y su propia vivencia frente al cáncer de próstata que lo pone en jaque (Our Cancer Year).
Harvey empieza cambiar y no tanto. Su desidia desaparece a ratos y su depresión continúa abatiéndolo aunque se afirma en tener gente a su lado, su tercera esposa y su hija adoptada. La vida, hasta la muerte, el último villano de Harvey Pekar.
Hacia la trascendencia, una historia hecha cómic. Una especie de diario de vida remilgado y con manchas de grasa. La vida, como la conocemos con sus pocos esplendores, y tampoco tantos.
Harvey Pekar no figuraba en ella, pero si lo hacía uno de sus pocos amigos: Robert Crumb, y su creación Fritz the Cat, un gato puta-madre, borracho y mujeriego.
De pequeño llamó poco mi atención, una tira para adultos vieja y mal dibujada, totalmente contraria al estilo armónico y dulzón del mismo Themo. Sin embargo, los años me interiorizaron en la afición al noveno arte y su arista underground. Seducido por el Maus de Art Spiegelman volví a la corriente del trazo sucio y decidor. Entonces, me reencontré con Crumb, pero no con una obra en particular de él, sino el mismo Crumb inserto en un cómic que trataba sobre tipos comunes y corrientes, a veces aburridos de la vida y a ratos experimentando felicidades pasajeras. El autor, Harvey Pekar, el nombre del cómic: American Splendor.
Así como suena. De esplendores. Y no tanto. Pekar, un tipo pesimista en un intento por liberar su desidia y reconocida depresión comienza a hacer el ejercicio, a ratos terapéutico y a otros insolente, de narrar su vida dentro de la vida.
¿Cuál vendría a ser el interés del producto? Demás está decir que la independencia del mismo, de alejarse de las capas y leotardos para relatar frustraciones comunes. En American Splendor nadie vuela y son pocos los que sonríen, la mayoría de las veces sólo lo consigue Pekar tras insolentarse contra alguien o difamar la propuesta de alguna entidad feliz. El viaje del héroe se reduce a la vida diaria del autor y de forma muy poco griega, con mucha más realidad a la hora de identificarse.
Con tal movimiento, resultan anécdotas y extractos que se alejan de la miseria del propio autor, al convertirse en una ventana a su intimidad. Pasamos a conocer sus romances, opiniones (las tiene frente a todo lo que se mueva y lo que no también), su familia y su propia vivencia frente al cáncer de próstata que lo pone en jaque (Our Cancer Year).
Harvey empieza cambiar y no tanto. Su desidia desaparece a ratos y su depresión continúa abatiéndolo aunque se afirma en tener gente a su lado, su tercera esposa y su hija adoptada. La vida, hasta la muerte, el último villano de Harvey Pekar.
Hacia la trascendencia, una historia hecha cómic. Una especie de diario de vida remilgado y con manchas de grasa. La vida, como la conocemos con sus pocos esplendores, y tampoco tantos.
domingo, 4 de julio de 2010
Así mismo, como La Floripondio
"El trabajo continuo,
el desmedro de la fiesta no lo puedo desear"
(Vacaciones para siempre, La Floripondio - Paria, 2005)
Ay que se añoran, porque a ratos me persigue la recreación como obsesiva, aún a sabiendas de que hay que hacer cosas, que las semanas son las últimas previas a las dos del descanso, pero puchas que se intensifica la máquina a estas alturas.
Cansado. molido, con ganas del disparate.
el desmedro de la fiesta no lo puedo desear"
(Vacaciones para siempre, La Floripondio - Paria, 2005)
Ay que se añoran, porque a ratos me persigue la recreación como obsesiva, aún a sabiendas de que hay que hacer cosas, que las semanas son las últimas previas a las dos del descanso, pero puchas que se intensifica la máquina a estas alturas.
Cansado. molido, con ganas del disparate.
jueves, 17 de junio de 2010
Haciendo propias las sombras de Morell
Una navidad, mis papás me regalaron un caleidoscopio. Estaba fascinado con Peter-Pan y jugaba a que era el Capitán Garfio con su catalejo resplandeciente, el que giraba sin tregua hasta quedar embobado con los colores chillones de los vidrios en su interior que al roce sonaban suavecitos como la campanita del cuento.
Eso hasta que se me cayó y quedó trizado el lente. Entonces, mi "catalejoscopio" pasó a tener una doble perspectiva: por un lado veía una porción de la realidad como tal y por el otro una versión distorsionada de la misma. Imagino que eso lo hizo más mágico. Debe haber sido una de mis primeras experiencias con la percepción de la realidad y sus diferencias sutiles en las miradas según cada persona. Con el tiempo ayudó en parte la mía y a entremezclar un mundo ficticio con el llamado real. Esa amplitud de vista me llevó a encantarme con la visualidad del universo y sus interpretaciones.
Tras ratos de ver las fotografías de Abelardo Morell, evoco este recuerdo. Hay una transportación y reinterpretación en su trabajo sobre lo que consideramos sustancial y un juego a perdernos con la forma y el fondo en sus fotografías. Ya no es importante lo que se presenta en ellas, sino como conviven y se muestran. Curiosamente, armónicas y bellas. En los blancos y negros se interrelaciona la gente (muchas veces sin la necesidad de estar presentes) con un lugar, Y una sábana con el Empire State plasmado allí, puede realzar más la modalidad de vida de quienes habitan allí y contar más historias de urbe al respecto.
El valor agregado, la creación de una técnica y la inspiración vanguardista como eje conductor encaminado a la evolución y a la trascendencia.
Así mismo, una persona detrás, un proyecto de vida personal y comprometido en demasía con la causa reinterpretativa. Esa que nace y obsesiona a partir de exploraciones tan tenues iniciadas con la división de las miradas y el posterior ejercicio de unirlas a través de un solo ojo con amplitud observante. Identificarse, volver a pegar el caleidoscopio y a su vez utilizarlo como un catalejo.
Escrito en relación al trabajo de vida del fotógrafo cubano Abelardo Morell: La Camera Obscura. Obra que se encarga de recrear el procedimiento físico fotográfico (fijar una imagen reflejada) por dentro.
domingo, 6 de junio de 2010
De equilibrios.
Lo propicio para sentirse en las nubes es un suero al amor.
Imagen fuerte es ver a una mujer llorar, todos padecen.
La balanza entre la realidad triste y la ficción bella: un payaso.
Imagen fuerte es ver a una mujer llorar, todos padecen.
La balanza entre la realidad triste y la ficción bella: un payaso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)