"Ríe con cautela, le sobra experiencia.
Así como Hannah, ella alza su vista y le toma la mano.
Vuelve a creer en los ideales. La vida se torna justa en el horizonte"

jueves, 30 de abril de 2009

El a veces-abominable Gato-Vaca

-¡Camilo, ven a ver al gato-vaca! – grita mi papá desde su pieza. Tomo la cámara y parto al espectáculo.
El gato-vaca es un gato abominable que se posa a diario en el tejado de mi papá. No solo me causa algo de repulsión los feos colores que heredó de una cruza en el tejado (una mezcla de negro y café sobre su espalda que le otorga la singular nómina), sino también su arrogancia.
Ahí está el maldito, y posa con soberbia gatuna mientras relame sus patas sucias.
De repente ya no es tan asqueroso. Intento comprender que es el lente de la cámara el que me engaña, que el gato ruin ese sigue siendo tan horrible como siempre. Sin embargo, cuando lo miro con ojo íntegro, incluso se ve bello. Su pose es casi de un rey que no encuentra reino y yo lo asocio a que no he visto gatos como él, o que su comportamiento le ha alejado de los demás felinos que se asoman por el tejado de nuestra casa. Entonces pienso en que al gato-vaca le agrada la soledad, que posiblemente ese sea su reino y no las orgías nocturnas de los otros copuladores bohemios que a veces no nos dejan dormir o despiertan a plena madrugada.

- Gato tal por cual- refunfuña mi papá. Y el animal no maúlla siquiera, tampoco ronronea. Fome. Complejo de Garfield a huevo, lo caricaturizo.
Mi papá y yo empezamos a aburrirnos de tan insípido movimiento. Nos vamos.
Vuelvo tras unos minutos a ver si el gato-vaca sigue allí. Pero ya no está.
Es bello a ratos, concluyo. Y definitivamente, le gusta la exposición.