"Ríe con cautela, le sobra experiencia.
Así como Hannah, ella alza su vista y le toma la mano.
Vuelve a creer en los ideales. La vida se torna justa en el horizonte"

lunes, 25 de mayo de 2009

Lombriz solitaria

Un aura ajena a mis colores no hacía más que deslumbrar.
Por contraste la ví. Seguí parado esperando que alguno de los dos dijera algo...y fueron esos cinco minutos de silencio suficientes.
Deseos de agarrarla del pescuezo y besarla.
Egoísmo al máximo y epicentro desmedido de los presentes.
Había mentido con consecuencias tan brutales que dejé de hacerlo, y se notaban fáciles mis engaños.

Invitarla a un helado en invierno y con lluvia presente.
Kryptonita, destruye la fantasía y mátame. Acabas de desconectarme de la realidad.

miércoles, 6 de mayo de 2009

"Negra linda"

Sobre la acera yace una perra. De la criolla raza del quiltro, imagino, al no poder identificarla. Está muerta. No respira.
Está allí, tan latente pero sin vida. ¿Qué es lo que late, entonces? Los pálpitos de quienes pasan a su lado. Apurados. Cada uno en su metro cuadrado. Unos pocos comparten mi pena observante. Y son esos pocos, supongo, los que la mantienen a ratos viva. Que se preguntan el por qué de su deceso, o curiosean al respecto de si el pobre animal vivió con plenitud o no su vida callejera.

Alrededor busco complicidad, y me la entrega una señora gorda sentada en un carrito de esos que venden verduras. – Esta mañana vino a dormir acá – me cuenta al notar mi interés en la escena y su figura. – Todas las mañanas lo hace, pero hoy simplemente no se levantó más.-

Ya son las dos de la tarde, una hora desde que me aparecí en el lugar, y aunque el calor azota, no hay olores putrefactos. La perra sigue allí. Ni ella, ni yo, ni la señora gorda nos hemos movido. La sutileza del momento nos mantiene allí.
Me digo que quizás seamos más sensibles, aunque solo sea un conformismo, puesto que hay un recuerdo que no permite que me despeje.
La imagen me hace rememorar que siendo joven he presenciado ya hartas partidas, que esta es una más y a la vez no lo es.
La importancia de esta perra muerta probablemente no esté a la altura de la pérdida humana, al menos yo no le doy esa categoría y creo, que menos lo hace la gente que pasó a la velocidad de un vendaval inexistente a las acaecidas tardes de sol de la fecha. Sin embargo, es triste.

Veo que el tiempo no deja de avanzar y que debo seguir mi camino, como lo hacen todos. Me alejo despacio del lugar y evoco un suspiro lamentador que satisface mi poca espiritualidad, al menos de las diversas formas religiosas que existen.
Un tanto atolondrado y en trance, un caballero me frena para que no cruce la calle así de distraído. Su uniforme es amarillo. Es un barrendero.
Despierto y le agradezco el gesto de salvataje. Acto seguido, observo como el hombre levanta el cuerpo inerte de la perra y lo coloca en una bolsa negra. – Merece un entierro, mi negra linda – sonríe, buscando mi complicidad. Se la devuelvo. La vida sigue su curso.