"Ríe con cautela, le sobra experiencia.
Así como Hannah, ella alza su vista y le toma la mano.
Vuelve a creer en los ideales. La vida se torna justa en el horizonte"

jueves, 27 de mayo de 2010



¿Perdámonos en el viento?
La única consecuencia es gozar la libertad.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Compulsión excretada

Que gracia evoca Daniela Kovacic, su nariz es respingada y sus ojos grandes, que rica armonía desata su cuerpo delgado y su tez pálida que parece extraída de un cuento de Andersen. Sin embargo, que contraste a ello crea con “Versus”, su obra expuesta en la galería Animal. A ratos parece sacada del viejo cine de terror de Peter Jackson, ese que se encargaba de difundir.el gore a la orden del día desafiando a cualquier estómago incauto. No reniego del éxtasis que pueda provocar en algunas mentes la imagen de una belleza predefinida jugando a lo grotesco y que creo es justamente la palabra clave de la autora para afirmar su obra y el mensaje que intenta transmitir, potenciada en la forma (pintura) en que se ha propuesto exhibir su obsesión.

“Conejo”, tiene el fondo oscuro, como si buscara resaltar la acción plasmada. Y lo consigue, puesto que probablemente sea la pintura de más shock visual de la colección. No es por nada que sea la que tiene secuelas en distintos ángulos que magnifican la intención: Daniela Kovacic ha elegido la pintura como recurso dominante para denotar la exageración e impacto sobre el realismo (o la representación de una realidad) que involucra la fotografía. Aquí la crudeza se presenta como símil de una comida de necesidad diaria, todo vale a la hora de servirse ansiados bocados, semejando también un instinto de caza de la que se apropia el hombre. El fondo negro le hace destacar y le otorga una luminosidad inusitada pero directa. Es lo que estamos viendo, ella se ha metido un conejo desollado a la boca. ¿Por qué? Se genera la pregunta inmediata. ¿Y por qué en uno de los cuadros (el frontal) hay algo de angustia en su mirada? Es difícil descifrar la claridad del mensaje, sin embargo “Conejo” es la que me evoca más sentimientos desde la expresión en el rostro. Busca generar cierta intimidad con el espectador, hacerme partícipe de su causa que me cuesta reconocer, pero relaciono con lo groseramente mostrado y que le acongoja. Por ello creo que resulta la crítica (a lo que comemos y cómo lo hacemos) más expuesta de la autora, la que por cierto da cuenta de estar premeditada en su subconsciente a la hora de plasmar esta relación comida-repulsión en una fotografía que promete instantaneidad y posteriormente enfatizarla gráficamente en una pintura. Una obsesión desde lo cautivo a la imagen. Un vómito retratado.

¿Qué comemos? ¿Qué devolvemos? La pregunta se responde casi literalmente con cada regurgitación que Kovacic manifiesta. Sus labios se pierden en “Tallarines” y da cuenta de lo que parece casi una expulsión de entrañas. La autora se está sacando algo afuera, y lo que se tiende a eliminar muchas veces es algo que no nos gusta o nos perturba, lo que puede ir más allá del sabor y concentrarse en lo que nos causa un malestar. Existe algo que le aflige y aunque a ratos cuesta ver la claridad del mensaje, si se relaciona directamente con el denominador común de la exposición: la alimentación. De ahí en adelante la interpretación a la que me encauso: la nutrición humana diaria, y cuán sabroso es lo que nos echamos a la boca y lo que nos genera ello por el resto del tiempo. Si se relaciona directamente la comida con nuestra forma de vida a veces carnívora, dulce, agria o salada.



Multiplicidad de sabores a la hora de elegir. Están los salados y los dulces, están también los que se siente con textura en el paladar y aparte de sabores dinámicos desprenden jugos que chorrean placenteros por las papilas gustativas. He ahí una potencialidad en que la obra de Kovacic sea representada en pintura, las texturas y su relación con el color dinámico. Los rojos son rojos casi sangre (“Mermelada de mora”) pudiendo ver y tocar las porosidades y pepas de tan suculento manjar que la autora muestra en pose casi mesiánica y pasional. También, los amarillos de “Pastel” que el óleo representa con falsedad (como lo que se come y que no se sabe si es lo que dice ser) y que fulmina con esa expresión de “ya no quiero más” con los ojos desorbitados. Un logro.

Diez obras que se nos presentan con una herramienta espejo. Es decir, la expositora se ha fotografiado realizando cada escena que vemos. Proceso previo que otorga a la pintura final un valor agregado significativo, puesto que lo que vemos finalmente es una transmisión del retrato a través de distintos formatos como herramienta. No estamos viendo la representación de la realidad expuesta por Kovacic, esa en que se plasma comiendo y devolviendo alimentos, sino una re-representación de la misma.
Y en este caso, quizás no una re-representación que busque la complacencia a gusto del espectador sino que genere a través de lo grotesco esa repulsión e inquietud por saber qué busca exponer la autora con tal flujo.
Más que interesante tríptico (mente-foto-pintura) y que en formato de nombre “Versus” y la modalidad de auto-retrato confronta a la misma Daniela Kovacic consigo misma y que pese a mi parecer a que quizás no clarifique el mensaje sugerido si deja abierta su interpretación con la libertad de saber que todos tarde o temprano tenemos algo que decir y expulsar, por interno o preestablecido en la mente se encuentre. Una excreción de lo que nos obsesiona.