La melancolía es como una hermana del tiempo. Ese mismo que antes he considerado como el enemigo invisible, y otras veces como el inoportuno ímpetu que conlleva un riesgo.
Sea como sea, ocupa espacio. Y por más que vanagloriemos el ser tridimensionales, la percepción se encarga de mostrarnos que solo es un juego externo, que por dentro de las cabezas seguimos perteneciendo a una sola dimensión: la intrínseca, el asesino cerebral al que cuesta encontrarle armonía.
Carcome la envidia sana por aquellos que se deleitan con el Carpe Diem o los descerebrados como Fokiu.
Y es ahí justo dónde atacan las llagas que antes se balanceaban entre sentimientos y razón.
¿Una pasión? Es un comienzo tras el desbaratado climáx.
Aunque a menudo tratamos de darle una forma a un fondo pertinente. ¿Justificar lo obtuso? No es necesario, la rienda suelta está a la luz de todos (incluso de aquellos con demasiada oscuridad dentro) y darle sentido es poner un pie tras el otro.
sábado, 6 de diciembre de 2008
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