Mustias. Achicharradas por la temperatura irritante.

Una vez que el sonido me devolvió la cordura y la estampa (como para poder erguirme un poco más diestro), abotoné mi camisa y apreté las cuerdas de las zapatillas.
Había camino por recorrer, era una afirmación constante, pero a la vez marcaba huellas en el pavimento, las que alimentadas por las ondas resonantes que gatillaban en mi cabeza, se hundían tan firmes como templarias.
Y es que probablemente las circunstancias lo ameritaban: a veces es bueno dejarse llevar por el oido.
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