En soledad, se acompañó de la flora. Allí, una de ellas emanaba vigoroso carmín. La arrancó con decisión.
Era un hecho, ya no volvería. Había encontrado su música.
Y previo a que el sueño abatiera el vínculo, apretó con firmeza la cabeza de la rosa y bebió las últimas gotas de agua que ésta le ofrecía.
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