Esa tarde, él (Poncho), su afranelada chomba y discotequero pantalón conocieron el mar.
Y aunque podría afirmar su elección acerca del lugar elegido para conocerlo, poco tardaría en recordar su cromosoma extraordinario, puesto que el rechoncho Poncho, teniendo la facultad de viajar en el tiempo y el espacio con tan solo presionar su ombligo, no encontró mejor lugar para su cometido que observar el mar esa fatídica tarde de verano en Sri-Lanka.
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