
Déjame contarte algo:
Teobaldo, (Sí, ese perro morocho que tiene mi hermana) mutiló a su peluche-foca Fokiu.
La verdad, no fue un desmembramiento completo, eso déjenselo a Lecter, pero por lo menos le arrebató toda el céfalo a mordiscazos.
Ahora, ¿hacia dónde va esto? A excepción clara, del chistecito sobre el nombre de la foca, bautizada así por que emitía sonidos orgásmicos.
Con sinceridad, no sé con fundamento a qué quiero llegar, pero reconozco la envidia que me causó aquel acto liberador.
Imáginate, no más pajas mentales. Y si chocas con un poste, da un carajo de importancia. Sentidos, dimensiones paralelas, enemigo temporal, amor, nada de eso al cuociente. Casi que vi al Teo en formato de mesías.
Es cierto, olvidé que no se puede vivir sin cerebro. Pero al menos me deleité pensando esos hipotetismos. De como al momento en que la foca hiciera su sonido animal (de paso, asociado a ser un completo pelotudo) nadie daría un huevo de interés en ello.
Fin del cuento y de la crisis.
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